Amanece.
Mañana somnolienta. El cielo se despereza, pero aún no se ilumina por completo.
Hoy no me toca trabajar, así que tampoco tuve que madrugar, de tal modo que más relajado no podía estar.
¿O tal vez sí?...
¡Pero por supuesto que sí!, aunque de eso aún no me enteraría.
De todos modos, hasta este punto, todo parecía ir de maravilla.
¿Qué más se le puede pedir a la vida? (...la efímera vida...)
Veamos:
Ya hay calorcito bajo las cobijas y también llevo puestas unas gruesas medias de lana (para envidia del resto de la ciudad, que en este momento debe estar que se caga del frío); sorprendentemente tengo chocolate bien caliente y humeante con quesito derretido y su respectiva mogolla morocha mediocremente rellena (re-vacía) de algo que parece ser la cuota inicial de un bocadillo veleño.
Para cerrar con broche de oro golfi, después de casi haber digerido el menú anterior, me traen huevitos a la cama... (¡Aaaahhh... esto sí es vida).
Pasado el banquete matutino, arrojé las cobijas con algo de furia y pereza mientras balbuceaba entre un bostezo y otro. Estiré el cuerpo con intención de sacar todo rastro de pereza de mis discos vertebrales, y me levanté frotando mis castaños y lagañosos ojos. Fuí al baño queriendo cepillar mis dientes y de alguna manera, también resulté "miando"... Después de todo, y con toda la energía (pereza) del caso, me dispuse a ir rauda y velozmente a arruncharme otro ratito a ver "Cuentos de las Hermanas Calle"...
...y así transcurría la mañana hasta que me volvió a coger el sueño.
Entonces me enteré que quizás sí era posible estar más relajado, pero ya no estaba despierto, como para darme cuenta de ello.
(En este momento, imagine usted un atmosférico sonido de arpas mágicas y la imágen de esta jeta distorsionándose en ondas mientras, claramente, se ve cómo babeo la almohada).
No sé con exactitud qué era lo que soñaba, pero alcanzo a recordar que había mucho color por todas partes. Muchos sonidos al mismo tiempo... era como si me encontrara rodeado de alguna especie de "orbes cantores", muy luminosos y coloridos...
¡Todo estaba vivo!
Extrañamente, yo también.
Aquel onírico paraíso me contagiaba de una muy agradable y extraña alegría. Esa misma que sentía cuando veía extasiado las iridiscentes aureolas que adornaban las flores del jardín de mi abuela, hermosas y radiantes a causa del sol; ese que me calentaba las costillas cada amanecer mientras jugaba a hacer figuras luminosas soplando con paciencia el vapor que emanaba de mi pocillo de agua de panela. Pero puedo recordar también que alcancé a asustarme un poco al no saber por instantes en qué especie de limbo me encontraba: si estaba en el paraíso, posiblemente mi tiempo de vida había terminado pero, de haber sido así, lo más probable es que (según el cura del barrio) me aguardaba un lugar en el más ardiente de los infiernos. Tal vez, la cosa más irónica en medio de esta cosa onírica era lo convencido que estaba de que "¡Esto sí es vida!". (¡Oh!, efímera vida...)
Tan efímero fue mi sueño, como efímero es todo lo bello. Tanta belleza astral de repente se desvaneció cual vapor de agüepanela cuando sentí un frenético estruendo, producto de patadas a mi puerta que, por cierto, es de metal, pero no cualquier metal: hablamos de la lata más hijueputamente ruidosa disponible en los confines espacio-tiempo de la bodega de la ornamentadora donde mi mamá las estaba preguntando... y ella preciso va y la compra...
Aún con las lagañas en pijama y una expresión medio esforzada de ira y pereza, que más parecía jeta de querer hacer berrinche, me levanté a preguntarle con cariño a mi primita de tres añitos, que con infantil inocencia y algo de afán esperaba frente a mi puerta, "por qué putas no me dejaba dormir".
-Lo necesitan unos amigos de la música. -Dijo ella, sospechando que mis enigmáticos visitantes cantaban o tocaban algún instrumento, como casi siempre suele ocurrir con mis visitas que visten de negro.
[¿Ensayo hoy?... ¿A esta hora?] Me enoja que me despierten, pero me enoja más que lo hagan de esa manera. Ya me sentía algo mal, y me empezaba a invadir la angustia de pensar que quizá estaba a punto de sentirme peor. Empecé a sentir que más estresado no podía estar... ¿O tal vez sí? Puede que no, aunque de eso ya pronto me enteraría: Salí para ver de quién se trataba. Al abrir la puerta principal noté que no eran los bulliciosos que yo esperaba, pero estos visitantes sí tenían algo que ver con uno de los mejores músicos que haya podido parir la existencia (Y su madre. La de él. :V).
Frente a mí, se hallaban tres figuras pálidas, temblorosas y con la mirada perdida. A veces veían profundamente al suelo como buscando nada, y en ocasiones fijaban su mirada hacia ningún lado, tal vez esperando que del cielo vinieran las respuestas al enigma del momento...
La más pequeña entró con afán y se lanzó a mis brazos mientras yo sujetaba sus hombros apartándola de mí un poco para poder perderme en sus ojos hermosos, que en ese momento se inundaban de dolor, impidiendo que pudiera ver en ellos mi reflejo, así que sólo la abracé. Cerró sus ojitos y enjugó mares de llanto.
Intentaba hablar pero la ahogaba la amargura de sus lágrimas.
Es como si una fuerza extraña le impidiera comunicarse.
Como si estuviese bajo un poderoso hechizo.
Puse sus manos dentro de las mías y las fui apretando con suavidad mientras ella permanecía con sus ojos cerrados... asentí sin dejar de mirarla, como si ella pudiera verme a través de sus párpados. Iba dirigiendo con mi mano su respiración, dándole telepáticamente la fuerza o el permiso para hablar.
Después de inspirar muy profundo para intentar ahogar un poco el dolor que impedía el fluir de sus palabras, abrió los ojos y también los labios y, para cerrar con broche de boñiga, soltó con infinita tristeza:
-¡Nestor está muerto!.-
Y entre enlutados suspiros se aferró nuevamente a mí buscando algo de calor, mientras la noticia congelaba todo mi ser... su presencia se desvanecía y yo quedé absorto en otra dimensión...
Luego mi garganta también empezó a anudarse. No podía emitir palabras... No podía articular pensamientos
Me preguntaba si aún estaba soñando. Deseaba que se tratara de una pesadilla, pero deseaba aún más despertar inmediatamente de lo que sea que fuere esta amarga y maldita alucinación.
Todo permaneció en un oscuro silencio por un buen rato mientras la idea de saber que ahora uno de los nuestros yacerá sepultado bajo el polvo de los siglos se acomodaba de mala gana en nuestras mentes.
La mecí entre mis brazos nuevamente intentando tranquilizarla, o mejor intentando tranquilizarme, mientras sentía cómo las esquirlas de su alma destrozada nos hacían desangrar a los dos en una amarga y eterna danza de sufrimiento.
Y aún disparaba mantras esperando despertar de mi pesadilla...
...¡Oh!, muerte tangible...
...¡Oh!, efímera vida.
De pronto, fuí sacudido por un vacío inenarrable, al caer en cuenta que ya no correríamos juntos a perseguir musas y levantarles la falda pa' verles las partituras.Ya nunca volveríamos a perder la voz de tanto entonar himnos al alba hasta que la "jinchera" se tornara en guayabo. Ya jamás volveríamos a amanecer con el cuello adolorido por exceso de headbanging.
Jamás volvería a intentar detener el tiempo en mi mente para ver sus virtuosas manos con detalle mientras le hacía el amor a su guitarra, o a la mía, o a la de cualquier otro.
Ahora sólo podía sentir el dolor de seguir vivo y el dolor que me causaba pensar que ya no lo tendría junto a mí para volver a gritar "¡Esto sí es vida!".
Alguna vez, debido a un accidente, mis conductos lacrimales estuvieron casi secos e inactivos durante algún tiempo. Básicamente no podía llorar, pero no importaba, ya que pensaba que no era necesario, siendo yo todo un macho. Ahora me enfrentaba a una de las más grandes tristezas jamás sentidas, y como todos alrededor, necesitaba también expresar lo que sentía, pero no podía llorar; sin embargo, esta vez, en lugar de querer lágrimas, simplemente deseaba no haber tenido nunca razones en la vida para llorar... en especial si se trataba de perder para siempre a un ser querido, sea cual sea.
Cuando supe que venían "mis amigos de la música" esperaba encontrar a Mr. DARKNYSS para poder agarrarlo a pata como se debe hacer con los que no dejan dormir. Como en los viejos tiempos...
Quise que apareciera de algún rincón cagado de risa diciendo que todo era una puta broma...
Quise que nada de todo esto hubiera ocurrido...
Quise devolver el tiempo y no pude.
Quise haber estado ahí e inventarme algún pase mágico que le devolviera la vida...
¡La efímera vida!...
Mañana somnolienta. El cielo se despereza, pero aún no se ilumina por completo.
Hoy no me toca trabajar, así que tampoco tuve que madrugar, de tal modo que más relajado no podía estar.
¿O tal vez sí?...
¡Pero por supuesto que sí!, aunque de eso aún no me enteraría.
De todos modos, hasta este punto, todo parecía ir de maravilla.
¿Qué más se le puede pedir a la vida? (...la efímera vida...)
Veamos:
Ya hay calorcito bajo las cobijas y también llevo puestas unas gruesas medias de lana (para envidia del resto de la ciudad, que en este momento debe estar que se caga del frío); sorprendentemente tengo chocolate bien caliente y humeante con quesito derretido y su respectiva mogolla morocha mediocremente rellena (re-vacía) de algo que parece ser la cuota inicial de un bocadillo veleño.
Para cerrar con broche de oro golfi, después de casi haber digerido el menú anterior, me traen huevitos a la cama... (¡Aaaahhh... esto sí es vida).
Pasado el banquete matutino, arrojé las cobijas con algo de furia y pereza mientras balbuceaba entre un bostezo y otro. Estiré el cuerpo con intención de sacar todo rastro de pereza de mis discos vertebrales, y me levanté frotando mis castaños y lagañosos ojos. Fuí al baño queriendo cepillar mis dientes y de alguna manera, también resulté "miando"... Después de todo, y con toda la energía (pereza) del caso, me dispuse a ir rauda y velozmente a arruncharme otro ratito a ver "Cuentos de las Hermanas Calle"...
...y así transcurría la mañana hasta que me volvió a coger el sueño.
Entonces me enteré que quizás sí era posible estar más relajado, pero ya no estaba despierto, como para darme cuenta de ello.
(En este momento, imagine usted un atmosférico sonido de arpas mágicas y la imágen de esta jeta distorsionándose en ondas mientras, claramente, se ve cómo babeo la almohada).
No sé con exactitud qué era lo que soñaba, pero alcanzo a recordar que había mucho color por todas partes. Muchos sonidos al mismo tiempo... era como si me encontrara rodeado de alguna especie de "orbes cantores", muy luminosos y coloridos...
¡Todo estaba vivo!
Extrañamente, yo también.
Aquel onírico paraíso me contagiaba de una muy agradable y extraña alegría. Esa misma que sentía cuando veía extasiado las iridiscentes aureolas que adornaban las flores del jardín de mi abuela, hermosas y radiantes a causa del sol; ese que me calentaba las costillas cada amanecer mientras jugaba a hacer figuras luminosas soplando con paciencia el vapor que emanaba de mi pocillo de agua de panela. Pero puedo recordar también que alcancé a asustarme un poco al no saber por instantes en qué especie de limbo me encontraba: si estaba en el paraíso, posiblemente mi tiempo de vida había terminado pero, de haber sido así, lo más probable es que (según el cura del barrio) me aguardaba un lugar en el más ardiente de los infiernos. Tal vez, la cosa más irónica en medio de esta cosa onírica era lo convencido que estaba de que "¡Esto sí es vida!". (¡Oh!, efímera vida...)
Tan efímero fue mi sueño, como efímero es todo lo bello. Tanta belleza astral de repente se desvaneció cual vapor de agüepanela cuando sentí un frenético estruendo, producto de patadas a mi puerta que, por cierto, es de metal, pero no cualquier metal: hablamos de la lata más hijueputamente ruidosa disponible en los confines espacio-tiempo de la bodega de la ornamentadora donde mi mamá las estaba preguntando... y ella preciso va y la compra...
Aún con las lagañas en pijama y una expresión medio esforzada de ira y pereza, que más parecía jeta de querer hacer berrinche, me levanté a preguntarle con cariño a mi primita de tres añitos, que con infantil inocencia y algo de afán esperaba frente a mi puerta, "por qué putas no me dejaba dormir".
-Lo necesitan unos amigos de la música. -Dijo ella, sospechando que mis enigmáticos visitantes cantaban o tocaban algún instrumento, como casi siempre suele ocurrir con mis visitas que visten de negro.
[¿Ensayo hoy?... ¿A esta hora?] Me enoja que me despierten, pero me enoja más que lo hagan de esa manera. Ya me sentía algo mal, y me empezaba a invadir la angustia de pensar que quizá estaba a punto de sentirme peor. Empecé a sentir que más estresado no podía estar... ¿O tal vez sí? Puede que no, aunque de eso ya pronto me enteraría: Salí para ver de quién se trataba. Al abrir la puerta principal noté que no eran los bulliciosos que yo esperaba, pero estos visitantes sí tenían algo que ver con uno de los mejores músicos que haya podido parir la existencia (Y su madre. La de él. :V).
Frente a mí, se hallaban tres figuras pálidas, temblorosas y con la mirada perdida. A veces veían profundamente al suelo como buscando nada, y en ocasiones fijaban su mirada hacia ningún lado, tal vez esperando que del cielo vinieran las respuestas al enigma del momento...
La más pequeña entró con afán y se lanzó a mis brazos mientras yo sujetaba sus hombros apartándola de mí un poco para poder perderme en sus ojos hermosos, que en ese momento se inundaban de dolor, impidiendo que pudiera ver en ellos mi reflejo, así que sólo la abracé. Cerró sus ojitos y enjugó mares de llanto.
Intentaba hablar pero la ahogaba la amargura de sus lágrimas.
Es como si una fuerza extraña le impidiera comunicarse.
Como si estuviese bajo un poderoso hechizo.
Puse sus manos dentro de las mías y las fui apretando con suavidad mientras ella permanecía con sus ojos cerrados... asentí sin dejar de mirarla, como si ella pudiera verme a través de sus párpados. Iba dirigiendo con mi mano su respiración, dándole telepáticamente la fuerza o el permiso para hablar.
Después de inspirar muy profundo para intentar ahogar un poco el dolor que impedía el fluir de sus palabras, abrió los ojos y también los labios y, para cerrar con broche de boñiga, soltó con infinita tristeza:
-¡Nestor está muerto!.-
Y entre enlutados suspiros se aferró nuevamente a mí buscando algo de calor, mientras la noticia congelaba todo mi ser... su presencia se desvanecía y yo quedé absorto en otra dimensión...
Luego mi garganta también empezó a anudarse. No podía emitir palabras... No podía articular pensamientos
Me preguntaba si aún estaba soñando. Deseaba que se tratara de una pesadilla, pero deseaba aún más despertar inmediatamente de lo que sea que fuere esta amarga y maldita alucinación.
La mecí entre mis brazos nuevamente intentando tranquilizarla, o mejor intentando tranquilizarme, mientras sentía cómo las esquirlas de su alma destrozada nos hacían desangrar a los dos en una amarga y eterna danza de sufrimiento.
Y aún disparaba mantras esperando despertar de mi pesadilla...
...¡Oh!, muerte tangible...
...¡Oh!, efímera vida.
De pronto, fuí sacudido por un vacío inenarrable, al caer en cuenta que ya no correríamos juntos a perseguir musas y levantarles la falda pa' verles las partituras.Ya nunca volveríamos a perder la voz de tanto entonar himnos al alba hasta que la "jinchera" se tornara en guayabo. Ya jamás volveríamos a amanecer con el cuello adolorido por exceso de headbanging.
Jamás volvería a intentar detener el tiempo en mi mente para ver sus virtuosas manos con detalle mientras le hacía el amor a su guitarra, o a la mía, o a la de cualquier otro.
Ahora sólo podía sentir el dolor de seguir vivo y el dolor que me causaba pensar que ya no lo tendría junto a mí para volver a gritar "¡Esto sí es vida!".
Alguna vez, debido a un accidente, mis conductos lacrimales estuvieron casi secos e inactivos durante algún tiempo. Básicamente no podía llorar, pero no importaba, ya que pensaba que no era necesario, siendo yo todo un macho. Ahora me enfrentaba a una de las más grandes tristezas jamás sentidas, y como todos alrededor, necesitaba también expresar lo que sentía, pero no podía llorar; sin embargo, esta vez, en lugar de querer lágrimas, simplemente deseaba no haber tenido nunca razones en la vida para llorar... en especial si se trataba de perder para siempre a un ser querido, sea cual sea.
Cuando supe que venían "mis amigos de la música" esperaba encontrar a Mr. DARKNYSS para poder agarrarlo a pata como se debe hacer con los que no dejan dormir. Como en los viejos tiempos...
Quise que apareciera de algún rincón cagado de risa diciendo que todo era una puta broma...
Quise que nada de todo esto hubiera ocurrido...
Quise devolver el tiempo y no pude.
Quise haber estado ahí e inventarme algún pase mágico que le devolviera la vida...
¡La efímera vida!...